LA MOTIVACIÓN Y LA EDUCACIÓN CIENTÍFICA DE CALIDAD.
Juan IgnacioPozo (2009), doctor en psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, sugiere que para una educación científica de
calidad los fines educativos deben estar centrados en el aprendizaje de
conceptos y modelos, en el fortalecimiento de actitudes y valores, en el perfeccionamiento
de destrezas cognitivas y de razonamiento científico, en el desarrollo de
destrezas experimentales y de solución de problemas, y también en la
construcción de una imagen apropiada de la ciencia. El constructivismo es la
metodología de aprendizaje más viable para lograr estos propósitos pues se
trata de la construcción del conocimiento de forma activa por parte del
estudiante, con este método se logra transformar la mente del que aprende,
quien debe reconstruir de forma personal los productos y procesos culturales
para apropiarse de ellos. En cuanto al desarrollo de valores y actitudes hacia
la ciencia, estos son los más difíciles de abordar pues no son explicitados en
el diseño curricular, sino que son desarrollados de forma implícita a través de
las relaciones interpersonales que se dan en la convivencia escolar.
La motivación del que
aprende es un aspecto de vital importancia para que los procesos de aprendizaje
se den y para que sean eficientes. Si un estudiante no está motivado su
rendimiento es deficiente y a la vez desarrolla malas actitudes que afectan de
forma negativa el ambiente escolar. Por esto es fundamental que los profesores
se esmeren por implementar estrategias enfocadas a desarrollar la motivación
hacia el aprendizaje de la ciencia en el ámbito escolar. Para lograr este
propósito lo primero es entender que la motivación es causa del aprendizaje
pero a la vez es consecuencia de él, es decir, un estudiante aprende porque
está motivado pero a la vez se motiva porque aprende. Por otro lado, también es
necesario entender que la motivación no es algo que está de por si en el
estudiante, sino que es el resultado de la interacción social en el aula. De
esto se desprende que para lograr buenos niveles de motivación, el docente, más
que actividades lúdicas, debe diseñar propuestas de trabajo con propósitos claros
y alcanzables, basados en la actividad organizada y apropiada para el nivel de
las capacidades de los estudiantes, que despierten el interés hacia la ciencia,
que permitan un aprendizaje
significativo y con sentido de lo que se hace, conectado con la propia
realidad, que fomenten la curiosidad, el deseo de investigar, la creatividad,
el trabajo en equipo. Que la evaluación le permita al estudiante mejorar sus
expectativas de logro y le permita además mejorar su desempeño.
Pozo, J. I. y Gómez, M. Á. (2009). Aprender y enseñar ciencia (6a
ed.). Madrid: Morata.
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